
Los medios de comunicación masiva influyen en muchos campos de la sociedad contemporánea, y hasta cierto punto, constituyen un elemento característico de este siglo. Como es de conocimiento general, la tecnología moderna ha ampliado enormemente el campo en el que el público puede ser alcanzado al instante por los medios de comunicación, visuales y auditivos. Recordando el pasado, un orador público no disponía de altoparlantes, ni podía trasmitir su voz y sus imágenes mediante la radio y la televisión, por eso la natural capacidad del cuerpo humano limitaba el auditorio a la cantidad de personas que podían congregarse cerca del orador para verlo y oírlo al mismo tiempo. Hoy, en cambio, cualquier persona del mundo puede captar instantáneamente las trasmisiones de radio y televisión. Los periódicos y los libros tardan más en ser distribuidos, aún cuando se los despache por avión. Por lo demás estos medios de comunicación, sólo son accesibles a la porción de la humanidad que sabe leer, desafortunadamente, un porcentaje nada despreciable de los habitantes del planeta es aún analfabeta. Lamentablemente, la palabra impresa ejerce menos influencia que la palabra hablada, y las imágenes visuales pueden llegar rápidamente a la mayoría de analfabetos; de esta penosa realidad están muy conscientes los especialistas en el mercadeo político, y los creadores de falsos profetas y caudillos populistas, cuya principal virtud es el dominio del espectáculo de tarima para cautivar a las masas. Como la influencia de los medios de comunicación es enorme, de allí la importancia de quienes los dirigen, estén dotados de un sólida estructura ética y moral, pues los medios de comunicación masiva contribuyen a formar la opinión pública, y a orientar en una u otra dirección. Considero que la neutralidad y objetividad deben ser condiciones que deben poseer los medios de comunicación masiva públicos y privados, para ganarse el respeto y la credibilidad de las personas. En los estados constitucionales modernos, se reconoce la libertad de expresión, que comprende la libertad de pensamiento, de conciencia, y la libertad de prensa; pero los efectos que tienen las declaraciones verbales e impresas en el público, inevitablemente plantean problemas de limitación, pero dentro de un marco estrictamente democrático.
Los mecanismos que utilizan los regímenes autoritarios para refrigerar y luego congelar a la prensa independiente son múltiples y mientras más sutiles más efectivos. Creo que, de aprobarse la ley de comunicación tal como está concebida, es probable que el gobierno prácticamente se declare como el poseedor de la única verdad; de esta forma en el Ecuador el periodismo libre e independiente pasará directamente a la inexistencia. Los medios de comunicación, por decir la verdad muchas veces son objeto de hostigamiento, pero debemos saber que la persecución no afecta a aquellos que proclaman la verdad. ¿No fue Sócrates una víctima noble?, ¿no fue Pablo lapidado en aras de la verdad?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario